martes, 8 de junio de 2010

Monopolizándote.

Es cierto que un amor tan fuerte sea considerado por dos posible, pues cegados por la máscara de la plenitud se van dejando atrás lógicas y singularidades; ya no se trata de mí, sino de nosotros y se sustituye el yo por el tú, primero tú, segundo tú y tercero yo. Es amor, buscar como idiota a esa persona, aún y sabiendo que no está allí, pero que crees te puede dar una sorpresa aún y cuando sabes que es su horario de trabajo. Es buscarte, mientras acepto que nunca estuviste allí, es obsesionarse con tu sonrisa, dividir mi alma y entregarte la mayor parte de la ganancia, filtrar en mi corazón tus antecedentes y fraguar miles de frases para expresar; es monopolizar tu cuerpo, esquematizar tus sonrisas, estudiar tus gestos y ser cómplice de tus batallas; armonizar con lo que odio y tú amas y conquistarte más allá de lo permitido; arremeter contra mí misma por ti y luego darme cuenta de cuánto fallé, armonizar mis labios con los tuyos y unirlos para siempre en la soledad, atar nuestras vidas a la incertidumbre de un futuro para los dos, presidir por siempre en el rojo carmesí de tu pasión y aislar las tonterías para siempre. Ser monarca en tu reino y padecer sólo de tus vivencias, saberlo todo de ti, como típica universitaria, graduarme en tus enseñanzas, hundirme en el desempleo de tu lujuria, escatimar en no decirte que te amo, no compartirte con nadie. Ser eterna prisionera de tus sábanas, armar un ejército con mis ganas y ser, sólo por el resto de esta vida, única heredera de tus encantos.

Le regalo este poema a mi hermana Angelica P. que me ha hecho saber (muy seguidamente) que le encanta y es su favorito de entre todos, jajaja.

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